En Navidad hemos celebrado la venida de Dios al mundo para salvarnos. La segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de Dios, el Hijo del Padre, tomó nuestra naturaleza humana y se hizo semejante a nosotros en todo, excepto en el pecado. Hoy celebramos, por tanto, que nació, creció y vivió también en familia (las tres Personas de la Santísima Trinidad forman la familia divina; Jesús, María y José forman la Sagrada Familia terrena). Ésta es la familia de Nazaret. San José dio el nombre a Jesús y enseñó al mismo Dios a vivir revestido de humanidad. Estaba formada también por la Virgen Madre, Inmaculada y limpia, y por Jesús, que crecía al lado de los dos. La Sagrada Familia es para todos nosotros modelo y ejemplo a imitar. Podemos además pedirle ayuda para cada una de nuestras familias humanas. Proyectemos, pues, cada uno de nosotros la mirada a nuestro propio hogar, a la casa, a la familia donde hemos nacido y crecido: madre y padre, hermanos, abuelos… La piedad, como virtud, es el amor que tributamos a Dios, a los padres y a la patria. Este amor y esta piedad con los padres piden que no los olvidemos nunca, dice la primera lectura de hoy. ¿Por qué? Porque de dicha actitud y comportamiento se sigue: – que acumulemos tesoros en el cielo, – que se expíen nuestros pecados, – que se alegren los hijos, – que tengamos larga vida, – que el Señor nos escuche en nuestros ruegos y peticiones. El padre, dice el Apóstol San Juan en la segunda lectura de hoy, nos llama hijos de Dios, porque realmente lo somos. Vivir profundamente esta verdad signifi ca tener confi anza para dirigirnos a Él, hacer lo que es grato a sus ojos, es decir, cumplir los mandamientos, y recibir de Él todo lo que pidamos, con atención, humildad, confi anza y perseverancia. En esta tarea, cada uno de los miembros de nuestras familias puede ayudar efi – cacísimamente a los demás. De dos maneras: con el ejemplo y con la invitación a hacerlo (hemos de evangelizar, dice el Papa Francisco, con la alegría de la palabra y del ejemplo). Enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente –dice San Pablo–, siendo comprensivos con los defectos, que tenemos todos; apreciando y valorando a los demás; buscando siempre y en todo el bien. Regalando a todos el perdón y la paz. El evangelista san Lucas nos habla de la pérdida y hallazgo de Jesús en Jerusalén. Aprendamos la lección de este pasaje: cumplir la voluntad de Dios y atender al bien supremo de toda la familia. En casa encontramos pan, alimentos, atención, cuidados y todo lo necesario. La casa es nuestro hogar, es un santuario, en él hemos de realizar el proyecto que Dios tiene para todos y cada uno de nosotros. También hablar a Dios, tener experiencia de Él, alabarlo y glorifi carlo. Dios sobre todo en la familia, Iglesia doméstica, y por lo mismo, abarcable, entrañable, inimaginable hasta que no se experimenta y se vive lo que esto signifi ca. Esta Parroquia, a la que no ha podido venir hoy nuestro Obispo don Jesús, ha de ser, con el nuevo Párroco a la cabeza, modelo de comportamiento para las demás Parroquias y comunidades cristianas, de Elche y de la Diócesis. Enhorabuena, muchas felicitaciones y los mejores deseos para estas fechas entrañables de Navidad y Año nuevo.
X Rafael Palmero Ramos